Nunca me han gustado los perfumenes de hombre. Quizás por una fobia maternal heredada o simplemente por pura embriaguez, pero nunca los he utilizado. Sin embargo últimamente recibí al´guno de regalo, y me aficciones a olerlos, a la búsqueda de un perfume con el que me identificara. Y así, oliendo, oliendo, me encontré en unos grandes almacenes con éste frasco negro. Me eché una pequeña cantidad en la muñeca y lo olí. No sé si habréis visto Ratatouille, y si recordáis el momento en que el crítico culinario prueba el guiso que da nombre a la película y se transporta a las comidas alentadoras de su madre en su infancia. Algo parecido me pasó al oler éste perfume. Cerré los ojos y mi mente voló a mi niñez, caminando por el paseo marítimo tras un largo día de playa, turbado por el vaivén marítimo al que me había sometido durante horas. Me quedé extrañado. ¿Porqué un perfume tan particular me transportaba hasta esa situación? ¿A que olía ese perfume? ¿Me gustaba el olor...como perfume? ¿Para mi o para mi pareja?... Largo rato llevaba pensando en el perfume y elevando mi muñeca hasta mi nariz, intrigado, cuando caí en la relación: Aquel perfume olía a frutas exóticas... al helado "Solero" de frutas exóticas... el helado que siempre me pedía cuando mi madre me concedía el indulto de poder saborear esa delicia derritiéndose en mi boca...
No sé si el perfume me gusta, si realmente me lo pondría o me gustaría que lo llevara la persona a la que quiera, pero cada vez que lo veo en un probador de perfumería me echo una pequeña cantidad en la muñeca, permitiéndome esa regresión por unos instantes...
Los olores, que tantos recuerdos transportan con el aire...
